domingo, 27 de abril de 2008

Historias del bandolero



Tras la niebla

Cuando el Atlántico aprovecha la noche para escupir la niebla que tapa todo, empiezo a sentir el miedo. Cuando los edificios de la costa se van escondiendo tras la neblina, o cuando se dejan de ver las luces de los pesqueros pequeños de bajura o se empiezan a ver difuminados los árboles del paseo marítimo, la mente empieza a buscar en el recuerdo viejas leyendas. Y me invade el miedo a lo desconocido, a lo que puede haber dentro de la niebla que puede ser una brujería intuida en alta mar.
¿Existen las sirenas?. ¿Hay monstruos marinos?. Si son realidad, solamente pueden existir tras la niebla. ¿Empieza realmente un Más Allá detras de la bruma del mar?.
--Nunca se sabe lo que hay tras la niebla... No te tortures.
El espíritu aventurero del bandolero se encoge con el miedo, confundido porque nunca se sabe si el miedo es miedo o es prudencia ante lo desconocido.
Cuando no hay niebla, hay siempre estrellas en el cielo. Y siempre --¿siempre?-- hay un Más Allá tras la neblina de la noche, en el mar de la eternidad. Amanece siempre en el dominio de la niebla, pero luego se disuelve condescendiente en la nada, se vuelve invisible... se deja vencer por la mañana. Pero sigue ahí aunque no la veamos. Al anochecer, vuelve desde el borde del Oceáno. A veces te limpia los ojos, la garganta y los pulmones. Y, sobre todo, te devuelve el misterio perdido en alguna esquina de la vida y te limpia la mente de conocimientos que sobran en el almario. Al final, seguramente la niebla, además de temor, trae también claridad al pensamiento y ayuda para mojar la pluma y facilitarnos el vómito de palabras enhebradas en una reflexión sobre el descubrimiento de tí mismo...
-- En cambio la niebla, entre los pinsapos del monte, parece un velo de gasa protector... Al menos a mí me protege escondiéndome a los ojos de los alguaciles...
Cada uno tiene sus miedos. Y ninguno se parece...

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