martes, 13 de noviembre de 2007

Historias desde el mirador

Hacía tiempo que no se veía a Honorio por el pueblo. El farero no se dejaba ver con frecuencia, pero es que nadie le había visto desde hacía un mes por lo menos. Sin embargo, el faro se encendía cada noche y se apagaba cada amanecer. Luego Honorio estaba allí.

Un día subió el alcalde a visitarlo. No sabía cómo decirle que el faro ya había cumplido su misión heroica y que, a partir del mes que viene, su función la cubriría el faro automático instalado én el rompeolas de poniente. No sabía cómo iba a acoger Honorio la noticia. Pero, de cualquier manera, el viejo farero ya había alcanzado la edad de jubilación.

No había nadie en el faro. El alcalde no lo encontró por ninguna parte. A su regreso al pueblo comentó el hecho con los vecinos que se extrañaron de la ausencia del viejo, que en los últimos 30 años nunca salió del pueblo. Pasaron dos o tres días, la alarma sobre el paradero de Honorio fue creciendo y los comentarios se extendieron por el pueblo. Tan sólo la pequeña Verónica se callaba y sonreía, mientras jugaba con su muñeca rubia. Al cabo de tres días, la vecindad se preparó para ir a buscarlo. Verónica le dijo a su padre que no lo encontrarían. Pero, a fin de cuentas, era la opinión de una niña que no entendía de estas cosas.

La búsqueda resultó infructuosa. Verónica repitió a su padre, cuando regresó, que nunca encontrarían a Honorio. Extrañado por la constante advertencia de su hija pequeña, le preguntó la razón por la que estaba tan segura de lo que decía.


- Se ha ido con la luz. Una noche hubo niebla y la luz del faro se pierde siempre en la niebla. Y la niebla vino por Honorio para enseñarle cómo era por dentro. Y Honorio se fue andando por el chorro de luz hasta la bruma y se marchó. Sabía que le iban a quitar el faro y le iban a prohibir trabajar. Ya no va a volver.


Nadie creyó la historia. Pero lo cierto es que en lo alto del faro, donde Honorio tenía su atalaya y su rincón favorito, seguían estando la pipa, el tabaco y las gafas que siempre llevaba consigo. Claro que dentro de la niebla no se necesitan estas cosas...

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