lunes, 3 de diciembre de 2007

Historias desde el mirador

No tenía nada que perder porque ya lo había perdido todo: empleo, mujer, su carrera profesional, motivación, ilusión...

Llevaba una pistola en el bolsillo de la raída gabardina que tenía desde hacía diez años y que nunca se preocupò de sustituir porque antes se la ponía poco. Prefería siempre el abrigo de cachemire o la chaqueta tres-cuartos de cuero. Pero tuvo que vender las dos prendas para poder comer algo caliente semanas atrás. Acariciaba el arma con la mano en el bolsillo mientras se dirigía al pequeño jardín público que había bajo el viaducto romano, escondido y bien cuidado. Se sentó para contemplar, desde allí, la ciudad por última vez mientras anochecía. El sol tocando la línea del horizonte siempre resulta espectacular.

Estaba cansado y prefirió dormir antes de apretar el gatillo. Cuando amaneció el sol acarició su rostro pegado al césped. Cuando abrió los ojos vio a veinte centímetros de su nariz un gorrión con un ala rota. Intentaba emprender un vuelo imposible. Lo cogió con mucho cuidado, tiritando por el frío rocío mañanero, e intentó darle calor guardándoselo en el bolsillo de la gabardina. Luego contempló el amanecer como el último espectáculo de su vida.

Sacó el arma de su bolsillo y se repente se dio cuenta de que el gorrión estaba allí dentro acurrucado y temblando de miedo. No podría controlar su caída tras el disparo y podía aplastarlo. Se levantó cruzó el parque y lo dejó cuidadosamente sobre un seto que acotaba la terraza de un restaurante. Allí nadie le haría daño y podía esperar a que los huesecillos de su ala soldasen.

De repente sintió una mano sobre su hombro. "Necesita trabajo". "Hace ya tiempo, pero no lo encuentro?". "¿Tiene carnet de conducir?"."Sí, pero tendré que renovármelo dentro de unas semanas". "No se preocupe por eso. Le ayudaremos. ¿Quiere ser el aparcacoches del restaurante?. Tendrá un pequeñísimo sueldo, pero las propinas suelen ser buenas y la comida le saldrá gratis". "¿ Por qué me ha ofrecido el trabajo?". "Porque le he visto cuidar de ese gorrioncillo y una persona así no suele robar ni fallar fácilmenete".

Al día siguiente, vestía un uniforme gris con gorra de plato un poco deslabazada, pero el traje abrigaba lo suficiente como para combatir el frío de la época. Se alegrò de haber puesto alma antes que arma. Un gorrión al amanecer tuvo la culpa...

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