domingo, 20 de abril de 2008

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Un libro: "CARTA A MI MUJER" .- Francisco Umbral .- Planeta.

Mortal y otoño podría haberse titulado también. O mortal y amarillo, como las hojas caídas del otoño. Es el canto del cisne de Pacoumbral, del escritor y poeta, no del periodista perdido en el "spleen" de Madrid.
Es la continuación vital y profunda de "Mortal y rosa", donde ya no cabe el niño que se fue. Donde Umbral es más Umbral que nunca, más puro y más literario que nunca, más íntimo y más nostálgico que nunca, más triste que nunca, más profundo que nunca. Un Umbral que analiza el microcosmos, el detalle, el recuerdo más nimio. El coche de antaño, guardado en el garaje para conservar la memoria de sus viajes; los álamos que hay tras la piscina, la taza de porcelana del desayuno, los tomates que María coge de su pequeña huerta, la ropa ("que se resiste a ser un Henry Moore, amontonada en una silla"), el amor (el humano y el natural), el gato "Rojito" que ha vuelto del veterinario después de unos días 'hospitalizado'...
Es un Umbral que sigue haciéndose preguntas, cada vez menos, y de las que apenas busca respuestas si no es removiendo viejos recuerdos. "Yo me interpuse entre el tiempo y su cólera para hacer otra tú que eras más tú, sólo con palabras inventadas y no escritas. Ahora, el dragón del tiempo no sabe si morder vida o morder idioma, no sabe lo que es vida lo qué es palabra. Hemos mareado al tiempo, lenta bestia, lo hemos confundido, amor, y yo mismo no sé -¿seré yo el tiempo?- si la damnificada por la luz eres tú o eres tú.".
Y de la metáfora y la divagación, de repente, se detiene en lo cotidiano: "Hoy es sábado, coño, y viene en el periódico un artículo mío como todos los sábados". Y ese mismo sábado "ha venido la gata, comadre de las gatas, a contarme lo que hay en la despensa".
En definitiva, un libro para leer despacio, para saborearlo saboreando el verbo y los recuerdos de Umbral que, para no titularlo "Mortal y otoño" lo ha titulado "Carta a mi mujer". Porque todo el libro es un monólogo para María a la que su marido, Pacoumbral, ha hecho inmortal. ¡Qué suerte!

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