sábado, 7 de junio de 2008

De vez en cuando un poema


El vino


Sí señor, sí señor.
El vino puede sacar cosas que el hombre se calla
y que deberían salir cuando el hombre bebe agua.
Va buscando, pecho adentro, a los silencios del alma
y les va poniendo voces y los va haciendo palabras.
A veces saca una pena que, por ser pena, es amarga.
Sobre su palco de fuego la pone a bailar descalza.
Baila y bailando se crece hasta que el vino se acaba.
Y, entonces, vuelve la pena a ser silencio del alma.
Sí señor,
el vino puede sacar cosas que el hombre se calla.
Cosas que queman por dentro, cosas que pudren el alma.
De los que bajan los ojos, de los que esconden la cara,
el vino, entonces, libera la valentía encerrada
y los disfraza de machos como por arte de magia.
Y, entonces, son bravucones hasta que el vino se acaba,
pues del matón al cobarde sólo media una resaca.
Sí señor,
el vino puede sacar cosas que el hombre se calla.
Cambia el prisma de las cosas cuando más les hace falta
a los que llevan sus culpas como una cruz a su espalda.
La impura se piensa pura, como cuando era muchacha,
y el astado regatea la medida de su drama.
Y todo tiene colores de castidad simulada,
pues siempre acaban el vino y los dos en la misma cama.
Sí señor,
el vino puede sacar cosas que el hombre se calla.
Pero ¡qué lindo es el vino!.
El que se bebe en la casa del que está limpio por dentro
y tiene... y tiene brillando el alma.
Que nunca le tiembla el pulso cuando pulsa una guitarra,
que no le falta un amigo ni noches para gastarlas,
que, cuando tiene un pecado, siempre se nota en su cara.
Que bebe el vino por vino y bebe el agua por agua.

(Alberto Cortez)



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