Miseria y voluntad
Vivimos en la ciudad de los pasos perdidos, en un país desesperado de callejones sin salida, interior e incógnito... Con el desarrollo, hemos fabricado un ejército de desheredados, de miserables, de excluídos, de solitarios convertidos en sombras pegadas a nuestros pies o a nuestros ojos, ciegos a lo que no quieren mirar. Hemos creado, sin darnos cuenta, una raza de deprimidos, de desclasados, de exiliados y de aislados, como leprosos modernos a los que cerramos los ojos para no conocer su existencia.
-- Siempre ha habido pobres y ricos. Y los mendigos seguirán existiendo, como los enfermos y los borrachos...
El bandolero es expeditivo y realista, pero oculta sus sentimientos para no ser vulnerable. Le digo que él también es un desheredado, un miserable solitario excluído de la sociedad. Pero se niega en redondo a ser incluído en ese ejército.
--Miserable, no. Porque yo me conformo con lo que tengo y no ambiciono nada. Y estoy solo porque quiero y no admito más compañía que la de mi perro y la tuya cuando me apetece. Y no puedo ser desheredado porque jamás tuvo nada que heredar ni hubo legado alguno para mí...
-- Y ¿qué pasa con los que no desean estar en esa situación de desclasado y son obligados a ello?.
-- A nadie pueden obligar a la miseria porque ésa se lleva en el corazón. Nos pueden abocar a la pobreza, a la penuria, pero no a la miseria. Á ésa llegamos nosotros solos voluntariamente...
El bandolero no entiende que el sufrimiento, el fracaso y la pobreza pueden provocar la miseria en el alma humana por más que intento explicarlo.
-- No me convences. Nadie pierde su libertad y la no-miseria, si no quiere... Aún pobre y preso, la mente sigue siendo libre y puede imaginar... y puede sentirse satisfecha con lo que tiene, aunque sólo sea la compañía de una miserable rata...
... Pero puede no-esperar, des-esperar y cegarse a la vida y abocarse a la miseria...
-- A la miseria nunca. Ya te lo he dicho. Sólo es miserable quien se deja derrotar y abatir y quiere permanecer de rodillas. El hombre es suficientemente fuerte para resistir esa lucha...
Me enterneció el bandolero mientras abría unas bellotas que, ese día, eran todo su almuerzo. Luego se tendió sobre su manta jerezana y se adormeció mirando el cielo sereno y estrellado, con las manos cruzadas bajo su cabeza.
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