Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias...
El primer surco de hoy será mi cuerpo.
Cuando la luz impulsa hacia arriba,
despierta los oráculos del sueño
y me camina y, antes que al paisaje,
va dándome figura...
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Lo que antes era exacto ahora no encuentra
su sitio. No lo encuentra y es de día,
y va volado como desde lejos
el manantial, que suena a luz perdida.
Volado yo, también, a fuerza de hambres
cálidas, de mañanas inauditas,
he visto en el incienso de las cumbres
y en mi escritura blanca una alegría
dispersa de vigor.
(Claudio Rodríguez)
jueves, 24 de septiembre de 2009
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