"EN DEUDA CON EL PLACER"
John Lanchester .- Anagrama
Es un libro fijado en la encrucijada que forman una novela, un libro de gastronomía y un relato de viajes. Y en medio, un personaje extraño y sorprendente, Tarquin Winnot, que relata en primera persona todo su periplo por los lugares de su infancia en La Vaucluse y sus alrededores en las laderas de los macizos del Gard, en el Midi francés, donde regresa por razones desconocidas hasta el final de la novela. O sea, también puede clasificarse dentro de las novelas de intriga...
Descubrí esta obra gracias a mi amigo Tarquin Winnot (que tomó su alias del protagonista de esta novela), y que lo reseñó en su blog www.enladrillovisto.blogspot.com, de donde he recogido, esperando me perdone mi osadía, algunos párrafos de su crítica y las razones por las que adoptó tan sonoro alias. Sus palabras definen mejor esta obra magnífica de lo que podrían hacerlo las mías:
"El mérito de tan sonoro y musical nombre es responsabilidad del escritor británico John Lanchester, que, tomando elementos del pérfido Tarquino shakespeariano, convenientemente perfumado y acicalado, lo convirtió en el protagonista absoluto de su primera novela, "En deuda con el placer", una de las obras literarias más inclasificables, brillantes y desconcertantes que han pasado por mis manos, si no la que más... a medio camino entre la biografía, el libro de cocina y los relatos victorianos de misterio. Por encima de la fascinación que semejante mezcolanza de géneros me produjeron, de inmediato captó mi atención el refinado clasista intelectual (Imana dixit) que actuaba como omnipresente narrador y que, al parecer, manipulaba el lenguaje, convirtiéndolo en un siniestro manto con el que sumergía en sombras a voluntad cuanto en sus páginas se desmenuzaba y que no era otra cosa que su propia vida.
Lanchester ha demostrado posteriormente que es uno de los mejores escritores que existen en este momento (su último libro, "¡Huy!" es el más logrado, didáctico y entretenido estudio sobre la crisis que se ha publicado hasta el momento) y, probablemente, "En deuda con el placer" no sea la mejor de sus obras (sí, la más fascinante, pero eso es otro asunto). De lo que nunca será capaz es de superar el hito que supuso la creación de Tarquín Winot.
Y es que desde el primer momento, el pedante y egocéntrico sibarita que entrega al lector su particular physiologie du goût y que no duda en proclamar que "los límites del placer aún no han sido ni fijados ni conocidos" resulta completamente irresistible. Poco importa que aquí y allá, entre una excelente receta para cordero y una disquisición sobre el acto que define nuestro siglo (el asesinato, en su opinión, del mismo modo que en otros lo han sido la oración o la mendicidad) aparezcan veladas noticias sobre fallecimientos accidentales, cacerías que acaban en desgracia o cocineros que se disuelven en sus marmitas.
Resulta tan convincente cuando califica de "imperdonable" llamar entrantes a los "entrantes" (porque a los postres nadie osa llamarlos "salientes") que incluso se le mira con buenos ojos cuando exclama que un asesino, a diferencia de un artista, está mejor adaptado a nuestro tiempo, ya que "en vez de dejar detrás una presencia, deja algo igual de definitivo y logrado: una ausencia". Siniestro, no digo que no. Pero inatacable."
Lanchester ha demostrado posteriormente que es uno de los mejores escritores que existen en este momento (su último libro, "¡Huy!" es el más logrado, didáctico y entretenido estudio sobre la crisis que se ha publicado hasta el momento) y, probablemente, "En deuda con el placer" no sea la mejor de sus obras (sí, la más fascinante, pero eso es otro asunto). De lo que nunca será capaz es de superar el hito que supuso la creación de Tarquín Winot.
Y es que desde el primer momento, el pedante y egocéntrico sibarita que entrega al lector su particular physiologie du goût y que no duda en proclamar que "los límites del placer aún no han sido ni fijados ni conocidos" resulta completamente irresistible. Poco importa que aquí y allá, entre una excelente receta para cordero y una disquisición sobre el acto que define nuestro siglo (el asesinato, en su opinión, del mismo modo que en otros lo han sido la oración o la mendicidad) aparezcan veladas noticias sobre fallecimientos accidentales, cacerías que acaban en desgracia o cocineros que se disuelven en sus marmitas.
Resulta tan convincente cuando califica de "imperdonable" llamar entrantes a los "entrantes" (porque a los postres nadie osa llamarlos "salientes") que incluso se le mira con buenos ojos cuando exclama que un asesino, a diferencia de un artista, está mejor adaptado a nuestro tiempo, ya que "en vez de dejar detrás una presencia, deja algo igual de definitivo y logrado: una ausencia". Siniestro, no digo que no. Pero inatacable."
A mí sólo me queda añadir que recomiendo vivamente esta opera prima de John Lanchester, un periodista nacido en Alemania, que pasó su infancia en Calcuta, Hong Kong y Rangún, que se educó en Oxford, se casó en Reno (Nevada) y acabó siendo subdirector de la "London Review of Books". Al parecer, los técnicos de Pixar y de la Walt Disney se inspiraron en él para crear el personaje del crítico gastronómico Anton Ego, que tan de cabeza traerá a Lingüini y sus colegas en "Ratatouille".
2 comentarios:
Me alegra que te hayan gustado las aventuras de mi amigo Winot, Meg. Y, por supuesto, todo un honor aparecer en tu salpimentado rinconcito. Un beso
Gracias Tarquin por pasar por aquí. Es un honor tenerte como lector. Perdóname la osadía de aprovechar tu propia reseña, pero imagino que no te importa. Un abrazo y feliz semana.
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