miércoles, 11 de mayo de 2011

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MORTAL Y ROSA

Francisco Umbral


Francisco Umbral fue un escritor que, en su  lenguaje inventado, o sea, dejó constancia de la frescura y barroquismo de su critica. Un hombre que supo ver tres veces Madrid, que convirtió en leyenda a un César visionario y que se burló de una raza inexistentes, Las Giganteas, y supo dar cuerpo a ese vacío inmenso  que deja el ser querido que se va, con letras unidas en el arte y el estilo, a pesar del dolor. Y desnudándose para dejar a la vista a un Francisco Umbral totalmente desconocido. Sólo quien ha leído este libro, puede asegurar que conoce a Umbral...

  Sufrió la pérdida de un hijo, que se fue lentamente, de hospital en hospital y transfusión en transfusión, escribiendo, mientras esperaba en las frías habitaciones hospitalarias, las palabras más bellas envueltas en el papel de colores del dolor escondido, para mezclarlos con los globos de la alegría fingida. Fue capaz de expresarse así en esta obra, repito, escrita desde el dolor de la pérdida de ese hijo único.
"Miro mi gota de sangre, la miseria que doy de mí, y observo una repugnancia apasionada, con un amor sórdido de animal por su animalidad, la efusión de la vida en la muerte, de la muerte en la vida. Qué presto a desanudarme en la nada, qué flojo por todas partes el saco de mi vida. Soy... fardo de lluvia que gotea muerte por todas partes..."

"Escribo en la copa del árbol de los días poemas en prosa y libros de colores. Mi hijo se ha dormido en lo más profundo de sus zapatos y hay un reloj de pulsera fornicando con la eternidad..."

"Aprender a mirar los ojos...aprender a escuchar con los ojos. Nadie puede soportar la interrogación del silencio...Nadie puede soportar la interrogación de los ojos...Cuánto tiempo tarda un hombre en ser dueño de sus ojos, cuánto he tardado yo en habitar mis ojos...Hay que irse a vivir a los ojos como a lo alto de una claraboya,... a los cielos del cuerpo.. Instalarse en los ojos como en las estancias más soleadas del cuerpo."

"Sólo encontré una verdad en la vida, hijo, y eras tú. Sólo encontré una verdad en la vida y la he perdido. Vivo de llorarte en la noche con lágrimas que queman la oscuridad. Soldadito rubio que mandaba en el mundo, te perdí para siempre. Tus ojos cuajaban el azul del cielo. Tu pelo doraba la calidad del día. Lo que queda después de ti, hijo, es un universo fluctuante, sin consistencia, como dicen que es Júpiter, una vaguedad nauseabunda de veranos e inviernos, una promiscuidad de sol y sexo, de tiempo y muerte, a través de todo lo cual vago solamente porque desconozco el gesto que hay que hacer para morirse".

   "Mortal y rosa"  son  páginas en negro, donde vomitó toda su pena y su vacío, con palabras que respiran poesía y prosa tras la marcha del único hijo. Un hombre capaz de escribir las palabras más tristes en esa noche del hombre, para desaparecer tras ellas y luego revivir de sus cenizas para mirar de soslayo a "Las ninfas" que le rodeaban ansiosas de sexo y fama. Era la única forma de sobrevivir al dolor. Y el lector encuentra en ellas al mejor Umbral, al más lírico y entrañable, al Umbral capaz de sentir y llorar y quejarse, desvestido de su hábito de cinismo y soberbia...

   Quien lea este libro, podrá decir que ha leído al mejor Umbral de todos los tiempos...



6 comentarios:

palmiro dijo...

Cuánto me alegra, querida MEG, que te hayas acercado a un escritor que sabes que tengo entre mis debilidades. De hecho, yo vine a Madrid, con mi cara de adolescente y una bufanda roja y me apresuré a ir al Café Gijón, porque quería ser Paco Umbral, un escritor que tenía una nariz proustiana y unas manos de pianista sin oído para otra música que no fuese la del castellano. Cada mañana, durante casi cincuenta años, se abría en canal y un río de metáforas inundaba los periódicos en los que escribió. Tienes razón en que no hay un Umbral más profundo, lírico y conmovedor que el de "Mortal y rosa", un canto de amor y desesperación a la vida, la infancia, la muerte, la primavera del hombre y el otoño que cae en las hondonadas del invierno de la desesperanza. Una prosa admirable al servicio de una crónica del corazón y sus desgarros.

meg dijo...

Palmiro, lo descubrí gracias a un amigo íntimo que me lo aoncsejó vivamente. Gracias a ese amigo disfruté de sus páginas, las sufrí, las gocé, me dolieron, las viví...

Gracias Palmiro. No sabes cuánto te agradezco tu comentario y tus consejos.

Espero te haya llegado mi email. Un beso

ANRAFERA dijo...

Gracias, meg, por esta estupenda recomendación. Como bien dices, y según lo que expones, encontraremos al Umbral personal, intimo, entrañable...
Cordial saludo.
Ramón

meg dijo...

De nada, Ramon. Me alegro de que hayas descubierto un poco más a Umbral en este libro inigualable.
Un beso y feliz semana.

Anónimo dijo...

Meg, que buen post! me gustó!
mi salud excelente,paso a paso,estoy caminando,y rehabilitando, lo que mas me gusta sonlos masajes,ahhhhh que placer! estoy dura como una tabla
pero voy hacia a delante,dia a dia,
muchas gracias por compartir,y comentar
un abrazo enorme,besos
lidia-la escriba

meg dijo...

¡Lidia cómo me alegro de tu mejoría!. gracias por detenerte en leer mi blog y en enviarme tu opinion. Me alegro de tu rehabilitación y... ¡adelante!. Yo estoy reponiéndome de un ictus que no me ha dejado secuelas afortunadamente. Y la rodilla a la tengo bien y voy caminando poco a poco, subiendo escaleras y bajando bordillos para reforzarla.
Ya te contaré. Un beso