viernes, 28 de diciembre de 2007

Sal o pimienta

Una mujer brava

Murió en Rawalpindi a las seis y cuarto de la tarde, cuando la tarde se convierte siempre en el otoño del día. Había nacido en Karachi hace 54 años, hija del antiguo primer ministro Zulfikar Alí Bhutto. Estudió en Harvard y en Oxford artes, derecho y diplomacia. Ya despuntaba su vocación cuando fue la primera asiática elegida presidenta de la Oxford Union universitaria.
Luego vinieron los otoños convulsos de la vida: en otoño es derrocado su padre, días después de que ella regresara a su tierra. En otoño es la primera mujer elegida primera ministra de Pakistán y la primera también en un país musulmán. Pero el presidente Isshaq Kan es acusado de corrupción y abuso de poder y el escándalo manchó de pleno a la bella Benazir. Su esposo Asif fue encarcelado por 3 años y su partido pierde las elecciones del 90. Cuando su marido sale de la cárcel, vuelve a la política y los pakistaníes vuelven a confiar en ella para que presida el gobierno. Esta vez se propone llenar de eficacia su mandato, consiguiendo alianzas nacionales en un país de castas, compromisos con los militares y medidas económicas que normalizan el país.
En otro otoño maldito, el del 96, vuelve a perder todos sus votos frente a la Liga Musulmana. Y 3 años después vuelve a ser acusada y condenada por corrupción Y otra vez su marido aparece en el escenario. Se exilia en Inglaterra y, luego, en la jaula de oro de los Emiratos Arabes. Pero ella es una mujer brava que ha mamado la política en los pechos de su madre, una brava kurda del Irán. Tras la reforma constitucional de Musarraf, es autorizada a volver a su país para preparar su participación en estas elecciones que decidirán un nuevo presidente. Regresa a Karachi, otra vez en pleno otoño, llevando la esperanza en una democracia sin violencia y unificadora en un país diseccionado en clases sociales. Y lleva también la experiencia sufrida por culpa de la corrupción que no supo esquivar y que ahora seguramente la protegería de posibles tentaciones. Una bomba la recibe a su llegada como un presagio de su final al principio del invierno, seis días después de que acabara el último otoño de su vida.
Ahora el invierno y el infierno se abaten sobre Pakistán, entre el fango que han dejado las trombas de lluvia. Las riadas no se han llevado la violencia, el fanatismo ni el ansia de sangre de los intolerantes que quieren arrebatar la libertad. El caos impera en todo el país, mientras los restos de la bella Benazir son conducidos a su tumba. Era una mujer brava. No tenía miedo y creía que el Islam no mata a las mujeres...

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