sábado, 12 de enero de 2008

Sal o pimienta

Se ha muerto Angel González, el poeta del otoño...

Decía que el otoño se acercaba con muy poco ruido, "con un silencio súbito que iluminaba el prodigio". Y no podemos definir su pérdida sino utilizando impúdicamente sus propias palabras: "Ha pasado/ un ángel / que se llamaba luz, o fuego o vida./ Y lo perdimos para siempre"...

Y nos dejó un consejo que nosotros guardamos para cuando llegara este día, y utilizarlo insolentemente para definir nuestro sentimiento en esta hora del llanto: "La lágrima fue dicha. / Olvidemos el llanto/ y empecemos de nuevo, / con paciencia / observando las cosas..." Y al final del poema nos advertía que "habrá palabras nuevas para la nueva historia /y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde". Nos dejaba así su optimismo encargándonos la búsqueda de las palabras...

Fue la poesía su primer amor, cautivado por ella allá en su Asturias natal donde se ha ido esta madrugada. En el Páramo de Sil compuso sus primeros versos y luego consiguió su supervivencia perdido entre el funcionariado de un Ministerio. Corrigió a los demás por encargo de algunas editoriales y, así, estrechó amistades, rotas por la muerte, con el irreverente Carlos Barral, con el frágil Gil de Biedma o con el extraño Jose Agustín Goytisolo. Y luego Gabriel Celaya, Caballero Bonald, García Hortelano... Enseñó en Méjico y en Cuba. Y su poesía oscilante entre la solidaridad y la libertad, sin ataduras ni sectarismos, le procuró en 1985 el Premio Principe de Asturias de las Letras. Once años después se convirtió en académico de la Real Academia Española. Sólo le quedaba ya ganar el Premio Reina Sofía de Poesía Hispanoamericana que recibió a finales de los 90.

Hoy se ha secado su pluma y se ha apagado su voz aún joven. Pero no se ha extinguido, como temía en sus "Prosemas". Nos quedan su "Aspero mundo" para conocer, su "Grado elemental" para aprender, sus "Prosemas o menos" para leer y sus "Otoños y otras luces" para vivir. Por ejemplo.

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