lunes, 25 de febrero de 2008

Historias del bandolero

La energía no muere



No sé si el bandolero es un ingenuo o yo soy una agnóstica.
- No es justo que la muerte llegue de repente...
Fui a llorar aquella tarde junto a él por la pérdida de mi amigo del alma. Me dolía su muerte, su paso fulminante a la nada en plena juventud...
- No es justo que, de repente, se rompan todas las ilusiones, se esfumen los proyectos y se vuelva vano el aprendizaje.
Se quitó la tagarnina de la boca y clavó sus ojos negros en mi desesperanza.
- La energía no desaparece, niña. El saber tampoco... Como no desaparece ese conejo que murió ahí, anoche, sino que se funde con la tierra, le traspasa sus células y la transforma en hierba para que mi caballo se alimente... Estamos encadenados unos a otros y no podemos romper esa cadena...
Debí tener los ojos muy abiertos clavados en su rostro porque sonrió y siguió hablando:
- Pues lo mismo traspasará la ilusión y la esperanza y los sueños la tierra donde yace tu amigo y serán absorbidos por las malvas que florecenalrededor de su tumba... ¿De dónde, si no, proceden la belleza y la fantasía, que no pueden estar dentro de una cadena evolutiva?.
- Eso. ¿De dónde, soñador iluso?.
- De esa energía que se desprende del hombre...
- ¡Qué sabrás tú de energía!.
- Lo poco que me ha enseñado la naturaleza.
- ¿Tú sabes que la energía ni se crea ni se destruye, sino que se transforma?.
- ¿Y dónde nació la primera energía que empezó a transformarse?. ¿Fue por generación espontánea?.
Miré el cielo estrellado y fijé los ojos en el fondo del universo, intentando imaginar ese primer momento del Universo, el principio de todo en el comienzo del tiempo y del espacio. Pero una mente tan limitada no puede llegar hasta el origen del universo. Un grillo proclamó su pequeñez... y la mía.
Me despedí del bandolero y me dirigí al cementerio, donde entré furtivamente y busqué la tumba de mi amigo. Me senté sobre la tierra recién removida y tomé un puñado en mis manos. Me pareció caliente y vital como una caricia... Miré el ciprés que se erguía frente a mí e imaginé hasta dónde llegarían sus raíces...

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