domingo, 27 de julio de 2008

Historias del bandolero




Cumpleaños de esperanza

Yo no sé si el bandolero cumple años o sueños. Le he llevado una botella de vino, tocino ahumado y un bizcocho para celebrarlo, sea cuando sea y cumpla lo que cumpla. Sé que es lo que más le gusta para almorzar.

El ya ha olvidado su edad y no sabe cuántos años, cuántas décadas, ni cuántos sueños ha cumplido. Ni siquiera recuerda si nació en invierno o en primavera, ni si alguna vez alguien le hizo un bizcocho para celebrar algo. Yo he querido recordarle que hay que celebrar la vida de vez en cuando, hay que agradecer al Cielo que nos deje seguir viviendo y riendo y bebiendo. Por eso llené los dos vasos de vino y brindamos por la vida... Y antes de beber me sonrió:

-- Quien cumple años con gracia, como tú, tendrá una vejez plena de esperanza.

No sé dónde había leído yo algo parecido que auguraba una vejez digna y larga como la de Caronte.

--Y ¿quién era ese Caronte?.

Me costó explicarle lo de semidiós guardián de la Laguna Estigia y conductor de las almas a la otra orilla del Más Allá.

-- Tienes que contarme esa historia algún día...

Nunca se la he contado. Pero aquel día nos comimos el tocino y el bizcocho y nos bebimos la botella de vino añejo. Luego me deseó felicidad con sus mejores palabras, las más bonitas que le había oído hasta entonces.

-- Que sigas avanzando en la vida con alegría y dignidad. Y que nunca te falte un viejo libro para leer, viejos leños para quemar y quitarte el frío de tus huesos, viejo vino para saborear despacio y... viejos amigos para conversar...

Luego me puso la mano en el hombro para despedirse y se metió en la gruta satisfecho y alegre. Yo miré al cielo y aquella tarde las estrellas, que empezaban a asomarse, me hicieron un guiño especial. Respiré hondo y pensé que no es tan malo envejecer.

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