domingo, 10 de agosto de 2008

Historia de la Gastronomía


Curiosidades sobre el ajo. I


Llamado científicamente "Allium sativum", algunos lingüistas aseguran que la partícula AL proviene del celta y significaba "ardiente", definiendo así su sabor picante. Los sajones lo llamaron lauch, uniendo a este vocablo después la raíz gar, componiendo así la palabra que significaba "puerro dentado" y que degeneró para los anglosajones en garlic.

Las primeras noticias del ajo lo sitúan en la región siberiana de Kirgiz, desde donde se difundió por todo el mundo. A Egipto lo llevaron tribus nómadas a través de Asia Menor. Y desde aquí se extendió su consumo por Mesopotamia, y Europa. Los babilonios solían llevar grandes ristras de ajos en sus largas travesías y los romanos llegaron a llamar a los egipcios "devoradores de ajos y cebollas". Mahoma lo consideró "panacea" y lo aconsejó para aliviar picaduras de animales. En Grecia se consumía para vigorizar el cuerpo. Aristófanes crea un personaje en su obra "Guerreros" que ordena: "Ahora engullid estos ajos. Bien cebados de ajos tendréis mayores bríos para la batalla".
Algo de vigorizante para los soldados debe tener el ajo cuando los guerreros vacceos tomaban "un cocimiento de ajos" de madrugada, antes de entrar en batalla contra las legiones romanas, al oeste de la península ibérica.

Ulises, en la "Odisea" homérica, recibe de Hermes una mágica hierba, compuesta por unos dientes blancos y tiernos, que los dioses denominaban Moly para protegerle contra Circe. Ulises neutraliza con este bulbo los hechizos de la maga que cae rendida a sus pies. Desde entonces, el ajo es considerado talismán contra muchos males. Y desde entonces, algunas especies silvestres son denominadas Allium Molly, en recuerdo de la planta reflejada en la "Odisea". Roma lo consideraba afrodisíaco y esencial para preservar el vigor de los labradores, según Virgilio. En la India era considerado "matador de monstruos". Pero para los brahmanes hindúes y budistas era prohibido, acaso por su valor afrodisiaco.

Y la más famosa cura con ajo se sitúa en la Marsella de 1721, durante la epidemia de peste. Cuatro ladrones saquearon los cadáveres -a los que nadie se aprevía a acercarse- sin contaminarse de la enfermedad. Y al parecer se habían inmunizado ingiriendo grandes cantidades de ajos crudos macerados en vino. Algo de verdad debe tener la historia, cuando en Inglaterra se acabó llamando a una pócima de vino con ajos macerados "Four thieves" o sea "Cuatro ladrones"...
("El fogón del pobre".- E. González Sevilla .- Ediciones del Serbal, Barcelona.)

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