viernes, 5 de diciembre de 2008

Marujerías


La rutina diaria...


Insensibilidad. Cobardía. Sangre fría por las venas mientras la caliente se derrama por la acera. Intransigencia asesina la que ha originado esa insensibilidad, ese miedo a discrepar, esa congelación en la sangre para reanudar la partida de cartas a sólo 50 ms. del cadáver de uno de los miembros de la timba, asesinado por unos descerebrados a sangre fría. Sustituir al jugador muerto en la mesa supuso un retraso de unos minutos...
Ese día te ahogas en medio de la información, negro sobre blanco, que mana de las páginas del periódico. Pero una columna de las llamadas habituales me sacó aquel día a flote de mi propia ciénaga. Al lado de los obligatorios comentarios sobre el asesinato, se mantuvo una columna intacta, incontaminada, en medio del derribo de espacio de última hora. Una columna, seguramente escrita antes del atentado, en la que la periodista se solidarizaba con el escritor que ha perdido a su gata. Ella, como yo misma, tiene otra gata que "está en su penúltima vida" y, en medio del caos provocado por la muerte, se consuela porque todavía tiene tiempo para salir con ella al jardín "a afilarnos las uñas en los árboles"...
Suerte que Carmen no pudo reescribir su columna como los demás. O, a lo mejor, es que supo mantenerse en su microcosmos encerrada en medio del gran caos cósmico que nos abocaba a un grito desgarrador. No sé si con la gata de la Rigalt recuperé la cordura...

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