viernes, 9 de enero de 2009

Historias del bandolero


Sabor a noche

Dice el bandolero que la noche tiene un sabor especial. Debe ser verdad, porque sólo de noche pueden oirse los grillos, olerse los dondiegos y advertir los gemidos de los amantes. Pero también el aire de la noche sabe diferente en el paladar.

-- Es que, de noche, nos volvemos ciegos con la oscuridad y aguzamos los demás sentidos...

Pues sí. Sobre todo el oído y el olfato. Y los olores acaban concentrándose en el paladar y en la punta de la lengua, después de filtrarse por la nariz.
El bandolero dice que la noche tiene un sabor propio, porque no hay sol que devore todo con su luz y su calor. Es un principio de la nada que no se hunde en la oscuridad gracias a la luna. Pero a veces, cuando se cree nueva después de siglos ahí en el cosmos, se esconde tras las estrellas para no dar la cara creyéndose nueva de verdad.
El bandido considera que las noches estrelladas saben aún mejor. Yo no sé si la noche tiene sabor. Pero sí sé que nos ayuda mejor a encontrarnos y buscarnos a nosotros mismos y a escucharnos y a desnudar el pensamiento. El sol distrae con su luz y nos acelera la vista hacia el entorno. Pero la luna sólo nos ayuda a no tropezar en el camino y a pensarnos a nosotros mismos.
La noche siempre huele más fuerte a yerba mojada, a estiércol, a madera fresca, a yerbabuena, a tomillo y a dondiegos de noche. En las ciudades huele a pan caliente recién hecho o a bizcocho cociéndose en horno de adobe, que se extiende por las calles del barrio.
Así que es verdad que hay un sabor a noche que todavía no hemos aprendido a saborear. Tengo que reconocer que el bandolero, a veces, me descubre cosas sorprendentes.

-- También hay un sabor a madrugada y a tarde. Pero son todos diferentes...

Por culpa del trabajo sólo he descubierto el sabor a noche... Pero ahora que que me he liberado de los influjos de las brujas he empezado a descubrir los sabores de la tarde... El bandolero tiene razón; son diferentes: la tarde, por ejemplo, sabe a jazmín, a calidez veraniega o invernal (cada una bajo su ropaje de estación diferente), a café, a tertulia y a whisky. Es muy diferente, sí...



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