DONDE TOULOUSE-LAUTREC AHOGABA SU PENA
Sonaba un can-can mientras Henri Toulouse-Lautrec ahogaba su enanismo frustrante provocado por un accidente infantil. La bebida llevaba vermú, muy de moda en el París de "La Bohème". Luego sonó un vals en ese festival de vanidades sostenido por Maurice Chevalier, con su canotier ladeado y su eterna sonrisa de dentífrico.
Desde la contrahecha pequeñez de sus piernas, Toulouse-Lautrec veía la vida de una manera diferente. Y consumía sus copas frente al escenario rojo y luminoso del "Moulin Rouge", donde la chicas bailaban enseñando enaguas de satén rojo rematadas con tiras negras de encaje. Con el efecto del vermú y de la ginebra, el pequeño pintor veía el mundo de otro color y se desfogaba en el burdel de Madame Margaux, donde siempre dejaba a sus chicas con una sonrisa de santisfacción...
Tras el desfogue de sus ardores internos, el pequeño Henri volvía con sus pinceles para reflejar ese inframundo de los lupanares de París en el que buscaba compañía. Pero también reflejaba el colorido del "Café de Deux Magots", la alegría de las bailarinas del "Moulin Rouge", las piernas gordas de las coristas de la última linea y las prostitutas que lo amaron hasta el final.
Muchos años después, Chevalier tomaba este brebaje aromático y dulzón antes de cantar al París de los mil puentes sobre el Sena. Probablemente si Van Gogh lo hubiera probado, no se habría vuelto loco, ni se habría cortado la oreja. Habría pintado más lirios azules...
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MOULIN ROUGE
Una cuarta parte de vermú rojo, una cuarta parte de licor de melocoton, dos cuartas partes de ginebra, una cucharada de zumo de limón recién exprimido.
Verter todo en el vaso mezclador, con hielo en el fondo, y remover con la cuchara. Servir en vaso estrecho y alto, con corteza de limon y hojas de menta adornando el borde.
(Foto inferior: idrink.com)
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