viernes, 27 de junio de 2014

HISTORIAS DESDE EL MIRADOR



MEDIDO PESADO Y DIVIDIDO  ( I )


   Gamal y yo enfilamos la carretera hacia el sur y nos desviamos hacia Hillah , a la altura de Mamudiyah.  Deseábamos visitar Basora y luego acercarnos a la frontera de Irak con Kuwait. Hacía unos meses que el pequeño emirato había sido invadido por las tropas iraquíes provocando una crisis internacional.   Mi periódico me había enviado a observar la situación que podía acabar en una conflagración armada, dada la postura adoptada por por Estados Unidos, que sobrevaloraba el petróleo pérsico y el capital kuwaití depositado en bancos occidentales.

  Casi sin darnos cuenta topamos con la desviación que nos indicaba el camino "A Babilonia", cuando rodabámos por la carretera  paralela al río Tigris.

-¿Tenemos mucha prisa por llegar a Basora?.
-Creo que no. Si estás pensando en visitar las ruinas babilónicas yo también me apunto...

   Gamal y yo nos habíamos conocido durante mi estancia en El Cairo, cuando yo trabajaba temporalmente en Radio El Cairo y él acababa de entrar en Al Ahram, el diario de mayor tirada de Egipto. Nuestra amistad se había consolidado, desde entonces, a pesar de las diferencias de criterios que nos enzarzaban, a veces, en discusiones interminables.

   Decidimos desviarnos hacia el oeste y cubrir los pocos kilómetros que nos separaban de las ruinas históricas, retrasando nuestra llegada a Nassiriya y Basora.  Recorríamos el camino en silencio y yo fijé la vista en el paisaje de aquella llanura desértica que partía por la mitad la estrecha carretera que une Bagdad con el sur. Gamal silbaba una canción magrebí que  a mi me sonaba como el cante jondo andaluz.

- Esa canción se parece mucho a la música del sur de mi tierra.
- Es que Al-Andalus y Egipto se llevan poco, amigo mío...

   De repente una densa niebla  se extendió ante nosotros. No era normal en aquel valle cuando nos alejábamos cada vez más del Tigris y estábamos a mucha distancia del Eúfrates. La zona de los pantanos quedaba lejos del lugar. La niebla se fue volviendo de un tono dorado luminoso y empecé a pensar que en Irak, el país de las Mil y una Noches, todo es posible, como en Granada....

- Mane, Tékel, Fares.
- ¿Qué has dicho?
- No sé.  De repente se me han ocurrido esas palaras.
- Pero ¿de dónde las has sacado?
- No tengo ni puñetera idea.
- Es que parece un antiguo rezo semítico o caldeo... A lo mejor estás poniéndote a tono con el paisaje que pisó Asurbanipal.

   El paisaje no me pareció el más indicado para las grandezas babilónicas. Recordé por la vieja inscripción  de una tablilla que mandó grabar Asurbanipal: "Un palacio fundé allí, con cedros, limoneros, cipreses, juníperos, boj, moreras, pistachos y tamarindos para mi placer...".  Las recordaba de mis años de estudiante de Historia del Arte, antes de que me entrara el gusanilo del periodismo. Pero aquel paisaje distaba mucho de haber sido un vergel. Gamal tenía su pensamiento puesto en otro momento de la historia de aquel lugar:

- Sabes que en Ur hay una piedra donde se inscribió un lamento terrible?...
- Todavía no ha podido viajar a UR.
- Pues dice: "Deplorad el día en que la ley y el orden dejen de existir, que las ciudades sean destruidas, que las casas sean arrasadas, que la madre no cuide de sus hijos...".   Terrible, ¿no?.

   Un escalofrío me recorrió el espinazo  y me senti incómodo en el asiento del coche. Atisbamos a lo lejos unas palmeras y parte de las ruinas de la antigua Babilonia, envueltas en la niebla dorada y transparente, luminosa, que parecía transportarnos a otra dimensión en el tiempo.

- Mane, Tékel, Fares
- Vaya murga que me estás dando  con esas palabras, hermano.
- ¿Traemos algo de comer?.
- Dátiles, queso y unas tortas de higos que  nos han entregado en el hotel Al Raschid de Bagdad, y unas latas de zumo de limón muy azucarado que no nos calmaría precisamente la sed. Son para el camino. 
- Podemos comer a la sombra de aquellas ruinas...


   Aquel muro milagrosamente en pie, formando el mayor arco arquitectónico de ladrillo de la antigüedad, estaba  alicatado con azulejos dorados y azules que el tiempo no había deslucido. Eran los cimientos de la antigua Mesopotamia y el arco daba entrada a la Calle de las Procesiones, la principal arteria de la vieja ciudad imperil de Babilón. Abrimos la bolsa de plástico donde llevábamos el escaso almuerzo y dispusimos todos los alimentos a la vista.

- Mane, Tékel, Fares...
- Pues ya que estás con viejos conjuros, voy a contarte una vieja historia de este lugar. Según una inscripción hallada  en Caleh, el rey Asurbanipal organizó un gran banquete para celebrar la terminación de la ciudad real. Durante casi diez días,70.000 invitados venidos de todos los confines del imperio comieron más de dos mil bueyes asados y otras viandas con grandes cantidades de vino y cerveza. ¿Sabes que aquí se fabricaba una cerveza estupenda?.
- Pues no lo sabía. Pero ¿qué sabrás tú de buena cerveza si no bebes alcohol?.
- No tiene nada que ver. La calidad siempre es la calidad. Lo leí cuando estudiaba Historia Antigua en El Cairo. Fue un gran imperio , con una gran civilizacion que ha desaparecido sin dejar huella, salvo la famosa estela  y el  código de Hammurabi.
- Y ¿te parecen poca huella?. Pues yo también tengo datos del lugar: los judíos tuvieron una gran influencia y llegaron a tener un centro de cultura hebrea importante, cuando Ciro conquistó esta ciudad.
- Bueno, pero eso tiene menos importancia.

   Gamal era Gamal. No negaba ninguna evidencia, pero contaba lo que le parecía y callaba lo demás, incluso cuando escribía sus crónicas periodísticas. Hacía muchos años que le conocía  para saber que le había ganado por un instante la partida  a quien estaba convencido de SU cultura islámica era siempre superior a la hebrea.Conforme avanzaba la mañana y el sol se inclinaba hacia poniente, la niebla se hacía cada vez más dorada y más densa. Gamal acabó voceando sus pensamientos:

- ¿Cómo eran esas palabras que llevas repitiendo todo el día?.
- Mane, Tékel, Fares... ¿Te suenan?.
- ¿Has leído la BIblia?.
- Poco. La verdad es que, de pequeño, me limité al Nuevo Testamento . Ahora ni eso.
- Aunque lo mío es el Corán, sé que en uno de los primeros libros de la Biblia cristiana se citan esas palabras que has pronunciado. Pero no sé qué relación tienen con todo esto.

   De repente se abrió mi memoria como un armario que deja al descubierto su interior: claro ¡el Libro de Daniel, el último rey de Babilonia, Nabónides, y el famoso festín de Baltasar, su hijo que gobernaba por encargo de su padre!... Los años de estudio de Historia del Arte no habían sido infructuosos...

-- Oye, oye, ayúdame a recordar... ¿Te refieres al Libro de Daniel y al descendiente de Nabucodonosor,o algo así?.
 - Era la profecía de la destrucción de Babilonia..
- Mane, Tékel, Fares... Un acertijo que tuvo que descifrar el profeta Daniel, apenas un adolescente.
- Mira lo que yo recuerdo de mis estudios  de Historia en El Cairo  es que Nabónides, último rey de Babilonia, elegido ya anciano por los sacerdotes, prefirió dedicar sus últimos años a reconstruir los templosdel lugar en vez de gobernar. Llenó Babilonia de ídolos y objetos sagrados que trajo del Templo de Salomón, incluídos los vasos sagrados. Cálices los llamais los cristianos ¿no?.
- Algo así.
- Pues trajo los cálices sagrados del templo de Jerusalén y otras reliquias dejando el gobierno a su hijo Baltasar, (Bel-Sar-Usur era su nombre), que no era muy hábil en los asuntos de gobernación ni supo reconstruir el imperio. No quiso reconstruir la mítica Torre de Babel, que debía levantarse por aquí cerca y que volvió a  levantar Alejandro Magno.  ¡Qué gran imperio hubo bajo estas ruinas, Gamal!.
- Pus no extrañaría  que las ruinas de la Torre de Babel fueran las de ese zigurat truncado de ahí enfrente. ¿No crees?.

 - Puede ser, Gamal. .. Déjame recordar: Baltasar efectivamente organizó un gran banquete  para sus súbditos en el Palacio que llaman de Nabucodonosor. Mandó traer del Templo  los cálices de Jerusalén para que sirvieran de copas en la gran cena. Y en plena orgía , una mano fantasmal, invisible, escribió sobre los muros del salon real unas misteriosas palabras:

- Mánel, Tékel, Fáres.

Un escalofrío nos recorrió la columna vertebral y empezamos a sentirnos incómodos sentados sobre aquella gran piedra donde llevábamos horas mirando un erial que antes fue valle fértil... Hoy solamente alguna palmera desafiaba al sol ardiente en aquella explanada misteriosa...

(Continuará)
("Los dioses también comen" de E. Glez. Sevilla)

(Imágenes: arriba: terraeantigvae.blogia.com.- Dcha.1ª:elconfidencial.com.- Izqda:20minutoses.- Abajo: alertadigital.com).

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