sábado, 2 de agosto de 2008

Historias desde el mirador.




La bruma

Lenora miraba desde el malecón las crestas de espuma que cabalgaban sobre el mar. Esperaba a la bruma, convencida de que detrás de ella estaba la solución del Misterio. La bruma siempre encierra algo misterioso e imprevisto que provoca el miedo. Nadie sabe qué hay en el interior de la niebla. Por eso nadie se adentra en ella voluntariamente. La bruma nos alcanza, nos envuelve, nos rodea en silencio, casi a traición. Luego nos atenaza su soledad que nos obliga a viajar a nuestros adentros.

Lenora se ajustó la rebeca sobre sus hombros y esperó. La bruma no tardó en llegar con el ocaso. Aguantó el haliento esperando la revelación. Pero tan sólo se encontró de frente consigo misma, como si se reflejara en un espejo, negándose cualquier posibilidad con la cabeza. Entendió entonces que el Misterio no tiene solución ni respuesta. Porque, en el momento en que fuere desvelado, dejaría de ser el Misterio. Y se alegró de que la vida siguiera teniendo la magia de lo misterioso. Tiene más gracia y se hace más llevadera.
Con una leve sonrisa se volvió hacia la ciudad y empezó a caminar hacia el hospital donde limpiaba cada madrugada los urinarios... Sabía que, algún día, llegaría el momento en que le sería dado conocer el misterio de la vida, de su vida. También sabía tenía que esperar hasta el final y cruzar una frontera desconocida, pero no le importaba.

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