martes, 11 de septiembre de 2007

Curiosidades

El tabaco y los reyes de España:

* En la corte española se ha apreciado siempre el tabaco, desde que fuera traído de América. Por ejemplo, un fumador incansable fue el rey Alfonso XIII, abuelo del actual soberano, aficionado al tabaco negro que se elaboraba en Canarias. Cuando marchó al exilio y se instaló primero en París, encargó a un aristócrata francés tabaco negro español porque nunca logró acostumbrarse al tabaco rubio americano.

* No sólo fumaba Alfonso XIII. También lo hacía su esposa, la reina Victoria Eugenia de Battemberg, que gustaba de los pequeños cigarros habanos u holandeses. Fue una afición que conservó durante años, y que modernizó a la austera Corte Española, enconsertada por la rigurosidad de su suegra la reina Mª Cristina.

* Pocos años antes, Amadeo I de Saboya solía escaparse con frecuencia de palacio para visitar los cafés de Madrid. Acudía asiduamente al Café de París y al Fornos. En el primero desayunó una de sus primeras mañanas en España, recién llegado de Italia y probó los cigarros "Virginia" a los que se aficionaría en adelante. Solía fumarlos, luego, en el Hotel de la Castellana donde se encontraba con su amante "la Dama de las Patillas", la bella Adela Larra, hija del escritor.

* El duque de Valencia, general Narváez, tuvo que pagar ... ¡un puro! por haber infringido una norma de tráfico. Cuando el jefe de Gobierno de Isabel II se dirigía tarde al Teatro Real, a una función a la que asistía la Reina, atajó por una de las calles laterales por donde estaba cortada la circulación por cuestiones de seguridad. Un guardia civil le ordenó parar y dar la vuelta, ya que por allí no podía pasar. Y no le sirvió de nada al "Espadón de Loja" identificarse ante el agente que le obligó a volver sobre sus pasos encolerizado. Al dia siguiente ordenó al Duque de Ahumada el traslado forzoso del guardia civil que osó interceptarle. Ahumada, serenamente, puso su bastón de mando sobre la mesa y le dijo: "Ese guardia civil obedecía órdenes mías. Sólo me cabe felicitarle. Si hay que trasladarle, que lo haga mi sustituto". Narváez le devolvió el bastón y acabó, abochornado, entregándole un puro de su tabaquera para que se lo diera al incorruptible guardia civil.

* En los tiempos de Carlos III un preso fue el guardián del tabaco real. El manchego Diego Avendaño, liberado de la cárcel por las turbas levantadas contra Esquilache, fue destinado a llevar a Palacio con las peticiones del pueblo al Rey. Pero Carlos III se había trasladado de incógnito a Aranjuez. Y hasta allí fue Avendaño con el mensaje. El monarca la recibió con cortesía, recogió el papel de las peticiones y le entregó al mensajero una propina. Avendaño, en un arranque de dignidad, rechazó el dinero y le pidió, cambio, el indulto y un trabajo. Carlos III asombrado le nombró guardia del Resguardo del Tabaco de Galicia. Por cierto, el rey accedió a las peticiones del pueblo.

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