sábado, 17 de noviembre de 2007

Historias del bandolero

Dice Luis Landero que "entra uno ahora en una biblioteca con nostalgia de los tiempos en que los libros eran mágicos"... Yo creo que los libros siguen siendo mágicos. Los libros viejos nos siguen provocando la emoción de leer lo escrito hace mucho tiempo en papel viejo emborronado de tinta. Y los nuevos, la sensación placentera de desvirgar un pliego de papel, forzando su lomo, con olor a tinta reciente y a madera para leer lo que ha escrito alguien que nos rodea y que a lo mejor no sabemos quién es.

Dice el bandolero que los libros sólo tienen magia, cuando huelen a viejo, cuando mil ojos han recorrido sus páginas descifrando sus signos y mil dedos se han ensalibado en mil bocas para pasar la esquina de sus páginas desgastadas... Y yo digo que también existe la magia de un libro nuevo, con sus hojas vírgenes pegadas unas a otras, esperando una primera mano que las separe una a una, buscando los sueños de su interior.

Hoy casi no existe ya el olor a tinta fresca, el olor del papel virgen, el placer de deslizar una plumín sobre la blancura de un folio o estrenando un cuaderno con una estela negra imborrable que huele a recuerdos. Las palabras que impregna la tinta sobre el papel dejan de ser presente para convertirse en pasado, atrapado, imperecedero e inolvidable.

El bandolero sólo entiende de mínimos recortes de papel amarillento que lleva bajo la faja carmesí. Ahí tiene anotaciones hechas con un lápiz desgastado que humedece en la boca cuando va a escribir aquello que no quiere olvidar. Yo le digo que eso que apunta también empieza a ser pasado en cuanto lo deja sobre el papel. Porque dentro de una hora, llevará escrito una eternidad...

- No. Continúa siendo presente porque para eso lo escribo. Para no olvidarlo en el futuro...

Siempre me confunde. Me hace dudar de mis propias teorías. Lo que comprendo es que nunca volveremos a leer con la inocencia de la primera vez. "Aquel lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme" seguirá presente, ahí, cuando yo me vaya. Y su autor seguirá sin querer recordarlo...

- Leer me cuesta trabajo, porque no soy bachiller. Pero prefiero un libro que me haga algo más que feliz: quiero que me despierte como un puño en la cara o como un baño de agua fría que remueva mis sesos...

Un dìa leí algo parecido en algún sitio. Creo que fue al mismo Landero citando a Kafka. Y yo, en el fondo, ya no sé ni lo que quiero. Pero sí sé que un libro me sigue provocando la magia de mantener el pasado inmerso y difuminado en el presente, como si no existiera...

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