miércoles, 20 de agosto de 2008

Historias del bandolero



Una compañía

Tenía una rosa roja en un vaso con agua sobre mi mesilla. Y una nota: "Te quiero"- Yo sabía que significaba un simple "te necesito" o "sigue siendo mi costumbre". Me quedé desconcertada. Y así lo pensé en voz alta ante el bandolero una noche nublada.

- Más bien os habeis convertido en una costumbre el uno para el otro. Pero eso no es malo...
No sabía si era malo o no, porque la costumbre, la cotidianeidad acaba con la pasión, con las ilusiones, con las esperanzas. Pero el bandido siempre contagia serenidad.
- Que eso no es malo, chiquilla. Más vale vivir en la costumbre que en la pelea de una nueva doma...
No le entendí al principio. Yo siempre he creído que valía la pena luchar por lo que crees y quieres. De repente, el bandolero me echó abajo todas mis ideas y mis creencias sobre la pareja.
- No seas idiota. Cuando tienes a un hombre a tu lado, que te regala rosas a pesar de los años y a pesar de los pelos despeinados de los despertares, y a tí te sorprende que lo haga, es que hay algo que os sigue uniendo. Seguramente vuestros aspecto no es el que deseariais. Pero habéis llegado a un momento en que tú sabes lo que él piensa y él sabe lo que tú deseas cono sólo miraros... Y eso es un trabajo de muchos años de convivencia. No lo desperdicies por lo desconocido...
Pasé toda la noche en vela. Y al día siguiente, cuando volví a verlo al atardecer, me quejé de que no había dormido intentando entenderle. Y fue tan claro, tan convincente, en ese momento que no me pareció un fantasma.
- Cuando te ha costado tantos años domesticar a un hombre -con lo difíciles que somos de domar- ¿vas ahora a repudiar a éste para pasar el resto de tu vida sola?. O ¿para empezar a domar a otro?. Es mucho trabajo para tí a esta edad...
Como siempre, tenía razón. Anda que no da trabajo enamorarse de nuevo a los 50... En esta frontera sólo estamos para mimos y soledades, compartidas o no, deseadas o no.

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